El cuidado del alma fue una bella y efímera fantasía griega que echó raíces en nuestra cultura. El alma era una alegoría de la vida – natural, humana y cosmológica- y su cuidado consistía en cultivar un ideal ético y estético de existencia. El cuidado del alma llevó a los griegos a abrazar dos aspiraciones complementarias entre sí: la excelencia de la performance en todas las actividades, la areté, y el adiestramiento en las artes que condujesen a su buen ejercicio, la paideia.
En la actualidad, el cuidado del alma se lo disputan los gurús de la autoayuda y los gestores de la calidad. Son dos oficios solo en apariencia disímiles, porque los aúna el empeño por ocultar la pérdida del sentido y producir una retórica de la simulación. Las señales del descuido del alma son hoy ostensibles y se propagan con la luminosidad de la cultura del espectáculo: a la persistencia de la injusticia, del irracional crecimiento económico o del colapso del medio ambiente se suman ahora el incremento de la intolerancia, la parodia de un orden político mundial o la clamorosa expansión de la corrupción en el mundo entero.
Los ensayos reunidos en Disfraces y extravíos representan un desafío de reflexión ante el descuido del alma en nuestra época, un intento de fundamentación filosófica de nuevas formas de convivencia política y ética.